sábado, 16 de junio de 2012

En las marismas de la locura

Las brumas de los cenagales comenzaban a levantarse y las huestes avanzaban dificultosamente por los embarrados terrenos de las Marismas de la Locura.

Casi a ciegas por la neblina, los contendientes no podían distinguir ni hacia donde se dirigían ni que enemigo se les aproximaba.

Tan solo podían oír el repiqueteos del metal, los gruñidos de las bestias de guerra, los gritos de los guerreros que eran arrastrados por los espíritus vengativos que moraban en los cenagales...

Estaba sentenciado, sin saber contra qué, cada ejército sabía que se enfrentaría precipitadamente a su enemigo, y que finalmente las ciénagas se teñirían de la sangre de los guerreros en una batalla sin cuartel y en el que la locura de los pantanos enfrentaría a aliados contra aliados y a cada guerrero contra sus propios camaradas.

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