viernes, 11 de mayo de 2012

Sombras en la penumbra

Los ogros habían atravesado los puestos de vigías que los orcos tenían dispuestos en las estribaciones montañosas cercanas a la gran mina enana. Los reducidos grupos de goblins no habían podido resistir durante mucho tiempo las andanadas de los escupehierros. Sin embargo a Sglukk, el maestro carnicero que lideraba ahora la hueste de Troggol, esto le daba mala espina.


Estaba completamente seguro. Los espías de los pielesverde les habían estado vigilando desde hace días. ¿Por qué no les habían atacado ya? Quizás tenían intención de tenderles una emboscada en las minas medio derruidas de la fortaleza. 


Algo alteró a Hueso y Tendón, los dientes de sable, que olisqueaban por los roquedales como locos. Entonces se quedaron inmóviles tras una gran roca... Kruaggk, el acólito de Sgglukk, se acercó y descubrió el origen de tanta alteración. 


-¡Maetro, hombre-ratas!.


Eso lo explicaba todo, esas escurridizas alimañas habrían salido de las entrañas de la tierra y eso era lo que debía tener entretenidos a los actuales dueños de la fortaleza. 


-Quizás eso nos dé una ventaja - meditó brevemente Sglukk - Entraremos por los túneles y acabaremos con todos de una vez. 


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